hospitales
En estos días vuelven a mi mente la habitación blanca, la cama metalica, el suero, las sabanas con letras transversales, el olor a esterilizado.
Si algo me impone, son los hospitales. Tanto que soy capaz de desmayarme. Es sugestión, lo sé, un arma de defensa, cuando no estoy agusto, pierdo el conocimiento, tambien puede verse como una suerte, un desconectar en situaciones estresantes.
Pero cuando debo de estar de verdad, con mi duendecillo, aguanto lo que haga falta; el olor, las agujas, los médicos. Lo que significa que puedo controlarlo cuando me lo propongo. Recuerdo que le estaban haciendo una gasometría, y yo nada más ver la aguja empecé a sudar, los oídos me pitaban, como suele suceder antes de perder el conocimiento; el sudor frio resbala por mi rostro abundantemente, y en ese instante decidí levantarme y salir al pasillo; respire profundo, llené mi mente de pensamientos lejanos a esa habitación. Lo complicado vendría despues; nos trasladaron a una habitación de la parte de geriatria, no había camas en ningún otro sitio, y el duendecillo estaba mal. La noche pasó entre llantos, y gritos; el duendecillo estaba asustado con su suero en el brazo, la mascarilla en la nariz, y los ojos distraídos. Me pase la noche cogida de su mano, y hablandole, contandole mil cosas; horas de soledad y miedo con él. Pobrecito, no ha sido la primera vez que mi corazon siente la presión del miedo cuando enferma. Esa presión no te deja respirar, hace que cuando tomes aire, no llenes los pulmones, sino que sea una respiración artificial.
Si algo me impone, son los hospitales. Tanto que soy capaz de desmayarme. Es sugestión, lo sé, un arma de defensa, cuando no estoy agusto, pierdo el conocimiento, tambien puede verse como una suerte, un desconectar en situaciones estresantes.
Pero cuando debo de estar de verdad, con mi duendecillo, aguanto lo que haga falta; el olor, las agujas, los médicos. Lo que significa que puedo controlarlo cuando me lo propongo. Recuerdo que le estaban haciendo una gasometría, y yo nada más ver la aguja empecé a sudar, los oídos me pitaban, como suele suceder antes de perder el conocimiento; el sudor frio resbala por mi rostro abundantemente, y en ese instante decidí levantarme y salir al pasillo; respire profundo, llené mi mente de pensamientos lejanos a esa habitación. Lo complicado vendría despues; nos trasladaron a una habitación de la parte de geriatria, no había camas en ningún otro sitio, y el duendecillo estaba mal. La noche pasó entre llantos, y gritos; el duendecillo estaba asustado con su suero en el brazo, la mascarilla en la nariz, y los ojos distraídos. Me pase la noche cogida de su mano, y hablandole, contandole mil cosas; horas de soledad y miedo con él. Pobrecito, no ha sido la primera vez que mi corazon siente la presión del miedo cuando enferma. Esa presión no te deja respirar, hace que cuando tomes aire, no llenes los pulmones, sino que sea una respiración artificial.